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Veteranos en resistencia: El triunfo de la permanencia en los escenarios y las ondas

Loquillo es, a estas alturas, patrimonio nacional indiscutible. Poco importa el impacto real de su último sencillo, la polémica de turno que haya protagonizado en prensa o el estado de su voz en directo. Con esa mezcla tan suya de irreverencia castiza y actitud de rock n’ roll yankee, ha construido una carrera de ensueño que le ha traído de nuevo al Wizink Center. El antiguo Palacio de los Deportes, rozando el lleno absoluto, le recibe con la devoción que se le profesa a un mediapunta creativo que regresa al campo tras una larga lesión. Es el héroe de su parroquia y, si le diera la gana, podría marcharse sin cantar una sola nota y seguiría siendo ovacionado. En esta ocasión, la enésima en su trayectoria, presenta Diario de una tregua, otro disco que sirve como la excusa perfecta para que el «Loco» se eche de nuevo a la carretera.

El espectáculo arranca con Los Buscadores, un corte de rock clásico sostenido por líneas de guitarra bien armonizadas. Como era de esperar, luce su impecable traje negro y se rodea de una banda de seis músicos. Todo el concierto se plantea como un ejercicio de repetición, un terreno donde tanto los rockeros viejos como las madres se mueven con experta soltura. Desde la cadencia de la batería hasta el despliegue de las tres guitarras —sobra una, es un debate recurrente con el Loco—, nada rompe el esquema preestablecido. Cuando suena La libertad, el público la hace suya inmediatamente, rugiendo en señal de aprobación, mientras que los primeros solos asoman en Salud y rock and roll. En apenas seis temas, las cartas ya están sobre la mesa.

La inercia de los clásicos y el peso de la nostalgia

A partir de ese punto, el recital entra en una dinámica de intercambio de fillers entre guitarras y teclado. Sonarán los éxitos y la gente disfrutará como niños, pero la propuesta es transparente. Crece una cierta sensación de nostalgia por el género, que parece quedarse obsoleto en una industria que muta a velocidad de vértigo. Mientras suena El último clásico, parece dar la razón a los escépticos: tiene la distorsión, la letra pícara y callejera; es la prueba pericial del rock, ejecutada con corrección. Sin embargo, en pleno siglo XXI, la fórmula se siente incompleta sin proyecciones visuales elaboradas, colaboraciones estelares o excentricidades virales. Falta algo, y esa carencia evoca a una película en blanco y negro, una crónica de una muerte anunciada.

Pese a todo, los himnos atemporales como Cadillac Solitario, Rey del Glam, Rock n’ roll star y Ritmo del garaje logran crear esa atmósfera única que justifica el precio de la entrada. El Wizink bota, las gradas vibran y los estribillos resuenan con la épica de un gol en el último minuto en la Castellana. Tras el cierre con Las calles de Madrid, el Loco se retira y las terrazas de la calle Goya se inundan de chupas de cuero, dejando en el aire ese sabor agridulce de las despedidas a tiempo. Sabemos que volverá, salvo tragedia, pero el formato del mundo moderno dicta que cada año estará un poco más lejos.

Renovación de votos en las ondas estadounidenses

Esta batalla contra el paso del tiempo y el retiro no es exclusiva de los escenarios españoles. Al otro lado del Atlántico, otra figura titánica del entretenimiento ha decidido, al igual que Loquillo, alargar su reinado. Howard Stern, el autoproclamado «Rey de todos los medios», cumplió su promesa de compartir noticias importantes con su audiencia y no decepcionó: ha renovado su contrato con SiriusXM por tres años más. «Me alegra anunciar que he encontrado la fórmula para tenerlo todo: más tiempo libre y seguir en la radio», confesó Stern a su copresentadora, Robin Quivers, durante la emisión matutina del martes.

El acuerdo, fruto de la colaboración entre sus representantes y los ejecutivos de la plataforma, le permite mantener un horario más flexible, garantizando su permanencia en el aire. Stern dedicó palabras de agradecimiento a todo su equipo, incluyendo a figuras clave como Fred Norris y Gary Dell’Abate, reconociendo el tremendo esfuerzo colectivo que hay detrás del programa. La noticia fue recibida con euforia interna; el personal estalló en aplausos tras el anuncio, una escena que el propio Dell’Abate comparó con el ambiente en la NASA tras un aterrizaje exitoso.

Lealtad y futuro en la industria del entretenimiento

La reacción de Gary Dell’Abate, productor ejecutivo histórico del show, resume bien el sentimiento de lealtad que generan estos veteranos: «Estoy emocionado. Cuando piensas en un atleta que ha jugado para el mismo equipo toda su vida, siento que yo podré jugar para un solo equipo toda mi vida: el mejor equipo del mundo, el Howard Stern Show». La conexión con la audiencia es igual de visceral. Mariann de Brooklyn, una oyente habitual, fue de las primeras en entrar en antena para felicitarle, gritando que los fans habían rezado por este día. Howard, visiblemente satisfecho, cerró el tema reafirmando su pasión intacta: «Tres años más en SiriusXM. Y estoy emocionado porque, ¿sabes qué? Todavía amo la radio». Ya sea en un estadio de Madrid o en un estudio de Nueva York, los viejos rockeros se resisten a colgar las botas.